En septiembre de 2023 Marina Otero -coreógrafa, bailarina y directora argentina- presentó en Nowy Teatr de Varsovia dos espectáculos que la hicieron reconocible en Europa: Fuck me y Love me.

El primero es un show barroco con cinco bailarines desnudos y la directora como narradora. El segundo es una historia íntima sobre la vida amorosa de Otero. Ambas propuestas comparten inspiración autobiográfica. Nuestra conversación tuvo lugar el 17 de septiembre de 2023.

KAMILA ŁAPICKA: Dado que tu biografía es el punto de partida de tu trabajo, la primera pregunta está inspirada en el proyecto Biodrama de Vivi Tellas. La reconocida directora argentina tiene su propio decálogo: 1. Ir a fondo, 2. Lograrlo, 3. Todo está cerca, 4. Afirmar, 5. Ser flexible, 6. El valor de la experiencia, 7. Entenderlo, 8. El nombre del otro, 9. Tener testigos, 9 bis. No convencer, 10. Yo soy la excepción. ¿Cuál mandamiento te parece más importante?

MARINA OTERO: Podría decir varias: Ir a fondo, Todo está cerca, Ser flexible y No convencer.

¿Quieres comentar esta elección?

Ir al fondo… de la investigación. Siempre hay un tema detrás de otro tema, hay que escarbar más hacia abajo o hacia lo íntimo, que hacia afuera.

Todo está cerca… en relación con la dramaturgia que tiene que ver con lo más cercano.

Ser flexible… cuando la obra va mutando y te vas llevando la obra por un camino que no era el esperado, entonces es necesario ser flexible para poder maniobrar.

No convencer… en el sentido de que no se trata de convencer al espectador, sino de expresarse, armar una dramaturgia que tenga que ver con la fidelidad de la obra. Lo importante no es darle al espectador la resolución de un problema, sino compartir el conflicto.

¿Cuáles son tus impresiones después de la presentación de Fuck me y Love me en Varsovia?

Me pareció un público muy atento y respetuoso, un público que quiere escuchar.

Eso tiene que ver con el predominio del teatro de texto en Polonia.

Se sintió también cómo si los espectadores estuvieran entrenados para ver. Me dio esa sensación, pero no sé, quizá me equivoqué.

Hoy en día se presta cada vez más atención a los espectadores. ¿Tu como creadora piensas en tu espectador particular?

No mucho. Cuando estoy haciendo una obra, pienso más en la obra, o sea, en su estructura, en lo que tengo ganas de hacer, en lo que me motiva, que en los espectadores. Después se ve que tipo de espectador encaja con la obra.

Love me, fotografía: Maca de Noia

Hablando de la fase inicial de tu trayectoria, hay varias personas que fueron importantes para ti, como tu propia madre, el coreógrafo Pablo Rotemberg o el Grupo Krapp fundado por Luciana Acuña y Luis Biasotto. ¿Qué le debes a cada uno de ellos?

Podría nombrar un montón de referentes, son tan sólo algunos. Mi madre bailaba de chica, cuando me tuvo a mí, entonces ya desde la panza me llevaba a bailar. Cuando no tenía donde dejarme, yo me quedaba en la sala del conservatorio. Desde muy temprana edad me hacía pis encima mirando las clases de danza. Así que, a mi madre le debo eso. Después Pablo Rotemberg fue muy importante, porque fue mi maestro. Empecé a bailar como intérprete con él en una obra que se llamaba La idea fija. Al principio estuve como asistente coreográfica y después también como intérprete porque se fue una de las chicas. Desde que lo conocí fue alguien con quien me identifiqué mucho en el tipo de poética, de fisicalidad intensa, de una danza más bruta, con mucha energía. Yo me sentía así, necesitaba ser muy excesiva a la hora de presentarme. En cuanto al Grupo Krapp, fui espectadora de ellos. También tomé clases con Luis Biasotto que falleció en la pandemia. Me identificaba mucho con el humor del grupo. Ellos trabajan desde el humor, el juego, de lo lúdico, de lo más infantil, aniñado. Algo de eso también me interesaba.

En la prensa te califican como „bailarina alternativa” o „bailarina punk”. ¿Necesitas una definición?

No, no me definiría. Me da gracia como me definen. No me siento tan punk. Soy una persona muy estructurada, muy organizada. Soy virginiana, entonces ordeno, clasifico. Tengo una estructura insoportable, por eso me encantaría ser más punk en realidad. Pero no me gusta definirme, ni tampoco definir las obras que hago. Me da miedo el círculo vicioso de no poder salir de ciertos lugares o de ciertas poéticas. Aunque reconozco mis obsesiones y mis repeticiones.

Como espectadora tengo la impresión de que el escenario te hace libre.

Sí, para mi el escenario es imprescindible. Es un lugar de libertad, incluso teniendo una estructura y sabiendo lo que voy a hacer. Hasta a veces me encanta cuando ocurren accidentes. Lo disfruto un montón, porque siento que hay tanta libertad dentro de esa estructura que todo es posible. Como que la estructura me habilita la libertad de alguna manera. Así que, soy adicta a la escena. Cuando no puedo presentar obras o no estoy en un proceso creativo, me agarra mucha angustia.

Diriges tus palabras directamente al público, ¿cómo te sientes cuando no reaccionan?

No es que no me importe, porque me importa mucho la verdad. Pasa de vez en cuando con Love me, que es una obra muy distinta a Fuck me. La gente va a ver Fuck me y después espera que Love me sea algo similar, pero se encuentra con una especie de instalación que tiene que leer y pasa que la gente se va en el medio de la obra.

En Polonia no sucedió.

No, en Polonia no, pero vengo de Viena y en Viena se fue un montón de gente en una función. Es un poco angustiante, pero al mismo tiempo en ese momento yo me digo: bueno, hay que ser fiel a lo que pidió la obra. Como que la obra puede generar un rechazo también. Love me es un montaje bastante diferente a las obras que suelo hacer, por eso fue una co-creación con Martín Flores Cárdenas y estoy contenta de que la obra no es igual que Fuck me. Me ha pasado con otras obras también que el público lo rechaza. Pero bueno, es parte del proceso.

Fuck me, fotografía: Marco Roa

Fuck me es una parte de tu trilogía junto con Andrea y Recordar 30 años para vivir 65 minutos. Esta trilogía a su vez forma parte de un proyecto vital en el cual tu cuerpo es el objeto de investigación.

Sí, un cuerpo que va transitando el tiempo. Lo que más me interesa es la cercanía de ese cuerpo que transita en el tiempo y que va mutando. Es una de mis obsesiones, de seguir el cuerpo de una persona en la ficción que puede inventar dentro de su límite entre la ficción y la realidad. Tengo una adicción con eso y lo voy a seguir haciendo. Así que es mi proyecto principal.

¿Love me es la primera parte de otra trilogía?

Podría ser. Ahora estoy preparando Kill me… Es un lío, lo sé.

¿Desde que momento percibes el cuerpo como un archivo vital?

Desde el momento en el que empecé a ser consciente de la obra que estaba haciendo. O sea, cuando escribí mi primera obra Andrea no era muy consciente… Ya me obsesionaba la repetición, el pasado, pero no era consciente de que el cuerpo era un archivo. Cuando hice Recordar… que fue la segunda, allí empece a ser más consciente, y con Fuck me de alguna manera ya fui muy consciente del interés que tenía en relación al cuerpo como archivo, al pasado como archivo, a la memoria del presente y al deseo del futuro que también es parte de este archivo que se va creando. Construir un archivo. No archivar, sino construirlo. Crearlo. Así que, es bastante reciente la conciencia de eso.

En Fuck me no puedes usar tu propio cuerpo dañado y lo proyectas en cinco bailarines. ¿En qué se basa vuestra relación?

Bueno, es lo que pasa con todas personas, se crean los vínculos. Las parejas se mimetizan, los perros y los dueños se mimetizan… Las relaciones son puras proyecciones. También me interesa mucho en los vínculos y las relaciones algo de esta proyección. En este caso son los cuerpos masculinos que tiene que ver con mi obsesión por el cuerpo masculino, por el sexo masculino. Entonces la proyección del cuerpo en el otro se me hace muy rica. La idea de los dobles, de las múltiples personalidades que podemos tener. Me identifico con varios personajes, con las Marinas… Hay tantas Marinas… La que presento en Fuck me es una, la que presento en Andrea es otra… La multiplicidad de los yoes es algo que también me interesa mucho. Por eso la proyección en los intérpretes. Ahora estoy trabajando en Kill me con cinco intérpretes, son cuatro mujeres y un hombre, y también pasa algo parecido. Cada uno tiene sus particularidades, pero hay cierta proyección en cada uno de esos cuerpos. Pero sobre todo me encanta por la vinculación con las personas. De hecho, no me gusta trabajar sola.

Fuck me, fotografía: Diego Astarita

Quisiera preguntarte por tu mudanza de Argentina a España. ¿Recuerdas tu última actuación en Buenos Aires?

Si, Love me se presentó como una despedida en marzo de 2023. O sea, fue una versión de despedida con Buenos Aires que hice justo antes de irme. Luego cambiamos la obra e hicimos una versión que fue vista por los espectadores en Polonia, pero allí se presentó como despedida. Era como dar un cierre a una etapa de mi vida y tomar una decisión importante: me voy, me mudo con mis treinta y ocho años.

¿Cómo te sientes ahora en Madrid?

Fue difícil al principio, dejar toda una vida allá, lejos. Mis amigos, mi familia, la manera en la que hice siempre teatro. Todo. Pero ahora me gusta, me estoy acostumbrando. Me gusta ser extranjera de alguna manera, como anónima. Casi es una oportunidad para empezar otra vez. Aunque no es empezar de cero porque ya estoy presentando mis cosas, pero sí, la oportunidad de sentirse despojada, como estoy en blanco y soy extranjera en este lugar. También no necesariamente es un lugar para toda la vida, no lo sé, las cosas pueden cambiar. Hoy estoy acá, es presente. Mi nuevo montaje Kill me lo estoy ensayando en Madrid, así que me gusta mucho eso, armar una rutina para empezar a crear cosas allí. Porque si no, cada vez que vuelvo de viaje no sé dónde estoy, quién soy etc.

¿Dónde se podrá ver Kill me?

Se va a estrenar en Montpellier a fines de marzo de 2024 y en junio se va a presentar en Madrid, en los Teatros del Canal. Después dondequiera que nos inviten.

Pienso en tu decisión de dejar Buenos Aires. ¿No te sentías cómoda con tu trabajo?

No, estaba cómoda porque daba clases y ganaba plata de las clases. Entonces, tenía un privilegio que no todo el mundo tiene, y más en Argentina. Pero estaba harta de no sentirme valorada con respecto a las instituciones. Tuve muchos problemas… Un último problema de censura, que me censuraron y pensé: me tiene harta Argentina. Además, en el teatro no se puede hacer mucho, hay solo teatro independiente y estaba harta de eso también. Hace rato que quería tener experiencia en otro lado, que me quería ir a cualquier lado y elegí Madrid porque era medio parecido a Buenos Aires. Era dentro de todo un camino fácil, también por el idioma. No era un cambio drástico.

Gracias a tus viajes conoces ya un poco el mercado de los festivales europeos y sus exigencias. Qué opinas, ¿por qué se elige a unos artistas y a otros no?

No sé, la verdad. Para mi es relativamente nuevo, porque fue de golpe cuando empecé a girar, justo después de la pandemia. Recién estoy conociendo el mercado del arte. Siento que es un poco cruel. Entras o te hace fuera. Yo tuve la suerte de entrar, sobre todo con Fuck me. La sensación que tengo es que ahora estoy presionada, como que tengo que hacer una obra que funcione tan como Fuck me. ¿Y si no está tan buena? Ciertas novedades funcionan y si no hay novedad: ¡no, ciao! A veces pienso: bueno, Fuck me tuvo suerte, no sé que pasa que a la gente le gusta y funciona.

Love me, fotografía: Nora Lezano

A mí me gusta por el sentido del humor, la sinceridad y la belleza del cuerpo humano. ¿Qué significa para ti el cuerpo desnudo?

A mí me encanta. Lo tengo naturalizado un montón, pero me sigue gustando mucho. De hecho, para Kill me también digo: creo que tenemos que hacerlo desnudos. No sé si es la falta de imaginación o la falta de presupuesto. A mí me encanta ser desnuda, también me gusta como intérprete. Hay algo que tiene que ver con mi gusto. Lo veo y me gusta, y no porque sean cuerpos bellos. En el caso de Fuck me son cuerpos hegemónicos y son cuerpos bellos, pero si no fueran estos cuerpos, fueran otros.

Una última pregunta: ¿recuerdas que escribiste en una carta a tu sobrino cuando tenías quince años y él un año de edad?

Sí, le escribí una carta para que él la lea cuando tuviera mi edad de quince años. Le di esta carta a su mamá y ella nunca se la dio. La perdió, no lo sé. Era la única romántica en mi familia. Pero allí ya de alguna manera estaba la obsesión del tiempo: esto va a tener valor no ahora, sino quince años después. Desde la chica me obsesionaban mucho las cartas, el tiempo y escribir en el diario. Tengo mi diario escrito cuando tenía seis años. Y en este diario escribí a Marina: „Querida Marina…”

Las cartas a ti misma.

Sí. Ese era mi diario de niña. Entonces siempre hubo una obsesión con el alter ego.

Muchas gracias por la conversación.

La versión polaca de la entrevista fue publicada en la revista „Didaskalia” en octubre de 2023.